¿Globalización y equidad?: sí, es posible un mundo mejor

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¿Globalización y equidad?: sí, es posible un mundo mejor

Resumen

Globalización y equidad, asuntos trascendentes y definitorios para el futuro de nuestros pueblos, son, desafortunadamente términos que reflejan profundas contradicciones, ya que no es la equidad precisamente lo que caracteriza la actual globalización, que con signo neoliberal es propia del mundo de hoy, como expresión contemporánea de la internacionalización de la producción asociada al capitalismo altamente desarrollado. La globalización, en lo que se ha llamado su tercera etapa, se sustenta en significativos avances de las comunicaciones y la informática, que ofrecen amplias posibilidades para el desarrollo. Sin embargo, obtener los beneficios de ese proceso supone una participación equitativa de los avances científico-técnicos que la hacen posible, entendiendo por equidad el acceso en igualdad de condiciones a todo aquello a lo que se tiene derecho, de acuerdo a normas universales de justicia social. Semejantes premisas no están presentes hoy y diríamos que históricamente el concepto moderno de equidad no se ha desarrollado en esa dirección. Desde las tesis liberales de Adam Smith, que concebían el libre juego del mercado como el medio ideal para compatibilizar la búsqueda del beneficio individual con el mayor beneficio social, asistimos a la singular transfiguración del egoísmo personal en una virtud social, dando a la equidad, así concebida en los marcos de la concurrencia, un sello de igualdad de dudosa validez. Precisamente serían los socialistas utópicos primero y los marxistas después, los que cuestionarían el concepto de equidad así sustentado, llegando a la conclusión de que era necesario alcanzar una nueva forma de organización social si se quería lograr un mundo realmente equitativo. Ciento cincuenta años después, en la conciencia de la humanidad se abren paso de forma creciente los principios de equidad y justicia social propugnados por el pensamiento socialista, que impulsan la globalización de la solidaridad en contraposición a la globalización neoliberal. Este debate no solamente se ha desarrollado en Cuba. En el plano internacional tiene una historia más reciente, pero no menos contrapuesta. Después del reparto colonial del mundo y pasadas dos guerras mundiales, los propios intereses del desarrollo capitalista generaron la necesidad de superar el empleo de la fuerza como medio de dominación. La liberación de las antiguas colonias y los nuevos mecanismos de sometimiento neocolonial que la seguirían pusieron de manifiesto como nunca antes la desigualdad en el ejercicio del derecho al desarrollo y la inequidad del orden económico internacional existente. La experiencia de la posguerra demostró que si bien el capitalismo podía propiciar el crecimiento económico, no aseguraba con ello el acceso equitativo a sus frutos, y mucho menos a un desarrollo social adecuado. El debate internacional sobre estos temas tomó el rumbo del derrame sobre el desarrollo de los resultados del progreso, por la vía de un acelerado intercambio comercial que pondría de manifiesto en los años 60 y 70 del siglo pasado el hoy poco mencionado fenómeno del intercambio desigual y la necesidad de promover un nuevo orden económico internacional más justo. La expansión de los flujos financieros internacionales y su contradictorio devenir en los 80, se manifestarían con fuerza en la crisis de la deuda externa y los debates que la compañaron, hoy sepultados bajo la aparentemente infinita capacidad de movimiento del capital financiero especulativo, con sus soluciones salvadoras de corto plazo que no han hecho más que agudizar las contradicciones del endeudamiento creciente del Tercer Mundo, tema que se pretende ignorar hasta en las conferencias financieras más recientes.

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Resumen
Globalización y equidad, asuntos trascendentes y definitorios para el futuro de nuestros pueblos, son, desafortunadamente términos que reflejan profundas contradicciones, ya que no es la equidad precisamente lo que caracteriza la actual globalización, que con signo neoliberal es propia del mundo de hoy, como expresión contemporánea de la internacionalización de la producción asociada al capitalismo altamente desarrollado. La globalización, en lo que se ha llamado su tercera etapa, se sustenta en significativos avances de las comunicaciones y la informática, que ofrecen amplias posibilidades para el desarrollo. Sin embargo, obtener los beneficios de ese proceso supone una participación equitativa de los avances científico-técnicos que la hacen posible, entendiendo por equidad el acceso en igualdad de condiciones a todo aquello a lo que se tiene derecho, de acuerdo a normas universales de justicia social. Semejantes premisas no están presentes hoy y diríamos que históricamente el concepto moderno de equidad no se ha desarrollado en esa dirección. Desde las tesis liberales de Adam Smith, que concebían el libre juego del mercado como el medio ideal para compatibilizar la búsqueda del beneficio individual con el mayor beneficio social, asistimos a la singular transfiguración del egoísmo personal en una virtud social, dando a la equidad, así concebida en los marcos de la concurrencia, un sello de igualdad de dudosa validez. Precisamente serían los socialistas utópicos primero y los marxistas después, los que cuestionarían el concepto de equidad así sustentado, llegando a la conclusión de que era necesario alcanzar una nueva forma de organización social si se quería lograr un mundo realmente equitativo. Ciento cincuenta años después, en la conciencia de la humanidad se abren paso de forma creciente los principios de equidad y justicia social propugnados por el pensamiento socialista, que impulsan la globalización de la solidaridad en contraposición a la globalización neoliberal. Este debate no solamente se ha desarrollado en Cuba. En el plano internacional tiene una historia más reciente, pero no menos contrapuesta. Después del reparto colonial del mundo y pasadas dos guerras mundiales, los propios intereses del desarrollo capitalista generaron la necesidad de superar el empleo de la fuerza como medio de dominación. La liberación de las antiguas colonias y los nuevos mecanismos de sometimiento neocolonial que la seguirían pusieron de manifiesto como nunca antes la desigualdad en el ejercicio del derecho al desarrollo y la inequidad del orden económico internacional existente. La experiencia de la posguerra demostró que si bien el capitalismo podía propiciar el crecimiento económico, no aseguraba con ello el acceso equitativo a sus frutos, y mucho menos a un desarrollo social adecuado. El debate internacional sobre estos temas tomó el rumbo del derrame sobre el desarrollo de los resultados del progreso, por la vía de un acelerado intercambio comercial que pondría de manifiesto en los años 60 y 70 del siglo pasado el hoy poco mencionado fenómeno del intercambio desigual y la necesidad de promover un nuevo orden económico internacional más justo. La expansión de los flujos financieros internacionales y su contradictorio devenir en los 80, se manifestarían con fuerza en la crisis de la deuda externa y los debates que la compañaron, hoy sepultados bajo la aparentemente infinita capacidad de movimiento del capital financiero especulativo, con sus soluciones salvadoras de corto plazo que no han hecho más que agudizar las contradicciones del endeudamiento creciente del Tercer Mundo, tema que se pretende ignorar hasta en las conferencias financieras más recientes.
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