Mercado laboral y diálogo social en El Salvador

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Mercado laboral y diálogo social en El Salvador

Resumen

Los mercados de trabajo de América Latina no facilitan los ingresos necesarios para que la región pueda superar la pobreza. Los problemas laborales se expresan, en algunos países, sobre todo en altas tasas de desempleo, en otros más bien en elevados índices de informalidad y subempleo. Como resultado, un elevado porcentaje de trabajadores y trabajadoras son pobres, a pesar de hacer un esfuerzo diario para generar los ingresos necesarios para la sobrevivencia y el bienestar de su familia. Otro aspecto es la marcada desigualdad de ingresos y otros indicadores laborales que afecta a personas con diferentes características individuales y colectivas (nivel de educación, sexo, edad, trasfondo social, etnicidad, etc.) o de diferentes pautas de inserción laboral (sector informal-formal, ramas de actividad, etc.) (CEPAL, 2010). En el caso específico de El Salvador, la situación no es diferente. Mientras el desempleo abierto suele mantenerse en niveles relativamente acotados, la informalidad urbana se ubica en cerca del 50% de la ocupación total y una cuarta parte de los ocupados urbanos se consideran subocupados (DIGESTYC 2009). En el año 2004, un 36% de los ocupados (31% de los urbanos, 46% de los rurales) eran pobres (CEPAL 2009, cuadro 9 del anexo) y un 12% (8% entre los trabajadores urbanos, 18% entre los rurales) incluso en la indigencia. No sorprende que entre los desocupados la pobreza y la indigencia la pobreza era aún más alta, 62% y 32% respectivamente. La escasez de oportunidades laborales en el país se ha expresado durante muchos años en masivos flujos de emigración.


Resumen
Los mercados de trabajo de América Latina no facilitan los ingresos necesarios para que la región pueda superar la pobreza. Los problemas laborales se expresan, en algunos países, sobre todo en altas tasas de desempleo, en otros más bien en elevados índices de informalidad y subempleo. Como resultado, un elevado porcentaje de trabajadores y trabajadoras son pobres, a pesar de hacer un esfuerzo diario para generar los ingresos necesarios para la sobrevivencia y el bienestar de su familia. Otro aspecto es la marcada desigualdad de ingresos y otros indicadores laborales que afecta a personas con diferentes características individuales y colectivas (nivel de educación, sexo, edad, trasfondo social, etnicidad, etc.) o de diferentes pautas de inserción laboral (sector informal-formal, ramas de actividad, etc.) (CEPAL, 2010). En el caso específico de El Salvador, la situación no es diferente. Mientras el desempleo abierto suele mantenerse en niveles relativamente acotados, la informalidad urbana se ubica en cerca del 50% de la ocupación total y una cuarta parte de los ocupados urbanos se consideran subocupados (DIGESTYC 2009). En el año 2004, un 36% de los ocupados (31% de los urbanos, 46% de los rurales) eran pobres (CEPAL 2009, cuadro 9 del anexo) y un 12% (8% entre los trabajadores urbanos, 18% entre los rurales) incluso en la indigencia. No sorprende que entre los desocupados la pobreza y la indigencia la pobreza era aún más alta, 62% y 32% respectivamente. La escasez de oportunidades laborales en el país se ha expresado durante muchos años en masivos flujos de emigración.
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